A principios de noviembre hablé en una conferencia de estudiantes en Atlanta. La conferencia abordó el tribalismo creciente en la cultura, y los oradores (afiliados al Ayn Rand Institute) argumentaron, desde diferentes ángulos, que el individualismo es el antídoto contra el tribalismo.
En términos generales, los estudiantes que asistieron simpatizaban con el individualismo y probablemente se consideraban a sí mismos, en cierto sentido, individualistas. Pero muchos de nosotros no tenemos una noción clara o bien formada de lo que significa ser un individualista, en parte porque la cultura a menudo nos presenta imágenes distorsionadas de cómo se manifiesta el individualismo.
Para la mayoría de nosotros, el tema del individualismo primero surge en el contexto de un choque entre nuestros propios valores e ideas, por un lado, y las demandas de varios grupos “amoldarnos/adaptarnos”, por el otro. Desde la infancia se nos alienta repetidamente a pertenecer o “encajar”. Cada escuela tiene sus pandillas (con grupos internos y grupos externos). Incluso en la universidad, frecuentemente nos enfrentamos a la presión de adaptarnos a un status quo intelectual.
Ante tales presiones, muchos de nosotros terminamos adaptándonos en diversos grados, optando por unirnos con uno u otro grupo – ocultándonos, rindiéndonos o nunca tomándonos la molestia de formar y mantener nuestros propios valores y pensamientos independientes. (1)
Algunos de nosotros, los más asertivos o independientes, rechazamos el llamado a amoldarnos. Pero al no tener una concepción clara del individualismo, a menudo adoptamos actitudes o comportamientos que consideramos individualistas pero que son fundamentalmente no-individualistas.
Por ejemplo, algunos de nosotros pensamos que el individualismo es rebelarse contra cualquier cosa que sea convencional, y tratamos de identificarnos a nosotros mismos como diferentes, poco convencionales, únicos. (2) Si algo es convencional o predecible o popular, nosotros como anticonformistas hacemos lo contrario. El popular Urban Dictionary captura esta actitud de la siguiente manera:
“Esos chicos que odian todo lo que es popular y se obligan a sí mismos a que les guste cosas que todos los demás odian con la esperanza de destacarse y ser “originales” o “únicos”. El tipo de persona que, en lugar de saltar desde un acantilado si alguien más lo hizo, saltaría desde el acantilado si todos los demás dijeran que es una pésima idea.” (3)
En El Manantial, una novela que presenta una nueva concepción del individualismo, Ayn Rand satiriza tales tipos en su descripción de una reunión de artistas organizada por el crítico de arquitectura Ellsworth Toohey. Ella escribe que allí había
“… una mujer que nunca había usado mayúsculas en sus libros, y un hombre que nunca había usado comas. . . y otro que escribía poemas sin rima ni métrica; . . . Había un muchacho que no usaba lienzo, pero hacía cosas con jaulas de pájaros y metrónomos, . . .
Algunos amigos le señalaron a Ellsworth Toohey que él les parecía inconsistente. Estando él tan en contra del individualismo, había invitado a todos esos escritores y artistas suyos, cada uno de ellos un individualista rabioso. “¿De verdad creen eso?” dijo Toohey, sonriendo plácidamente”.
Como muestra la entrada del Urban Dictionary, muchas personas reconocen que hay algo fuera de lugar en esta actitud. Pero, ¿qué exactamente?
La respuesta de Rand es que este tipo de rebelión y no-convencionalidad, en lugar de ser indicativos de individualismo, son sólo otra forma de dependencia. En la medida en que el anticonformista es simplemente un rebelde – que simplemente reacciona en contra de lo que otras personas hacen o piensan, no está motivado por sus propios juicios, valores, o estándares independientes que busca defender y expresar. Al igual que el conformista, las demás personas son su foco principal y su marco de referencia básico. Y mientras que el conformista se enfoca en lo que otros hacen, piensan, o valoran . . . y luego se conforma, el anticonformista se enfoca en lo que otros hacen, piensan o valoran . . . y luego se rebela. Ambos enfoques en la vida carecen del proceso, la responsabilidad, y las recompensas del pensamiento y la evaluación independientes.
Aquellos de nosotros que percibimos la dependencia que conlleva ser un anticonformista y buscamos otro camino, a veces llegamos a asociar el individualismo con el subjetivismo – haciendo lo que tú quieres hacer, porque tú quieres hacerlo. En lugar de centrarnos en otras personas como lo hace el anticonformista, nos volvemos egocéntricos en el sentido de ser guiados exclusivamente por nuestros propios sentimientos y caprichos.
El subjetivista se niega a ser “atado” o “constreñido” por reglas o principios. Piensa algo así como: “No dejaré que nadie me diga qué hacer, yo hago lo que quiero, soy mi propia persona. Soy un agente libre”. Ve las reglas, las leyes, los principios o las normas como imposiciones arbitrarias y obstáculos para la expresión de su individualidad.
Puedes encontrar elementos de esta actitud entre los anarquistas libertarios – aquellos que se rebelan contra cualquier tipo de regla o autoridad (a menos que ellos personalmente decidan adherirse a las reglas, por la cantidad de tiempo que tengan ganas de seguirlas). (4)
Pero aquí también hay un error. Lo que el subjetivista carece (o rechaza) es el concepto de objetividad – la comprensión de que existe un mundo independiente, basado en hechos, hechos que son lo que son, sin importar lo que nadie piense o sienta sobre ellos, y ese conocimiento genuino de ese mundo sólo puede establecerse razonando a partir de hechos observados y usando un método lógico.
En ausencia de una comprensión adecuada de la objetividad, sin embargo, las reglas, los principios, los estándares, etc., permanecen en la mente del subjetivista como algo que simplemente “alguien dice que es así”, como dictados arbitrarios que le son impuestos desde afuera. Y él ve su elección de este modo: seguir los dictados ciegos de otras personas o seguir los propios. En este sentido, el sello distintivo del subjetivista es que no se preocupa por lo que realmente es verdadero o bueno, sino por quién lo dice – quién, en definitiva, está tratando de imponer su voluntad: ellos o yo. (5)
Es el principio de objetividad lo que te permite distinguir entre reglas y principios que son arbitrarios y aquellos que son verdaderos o buenos. Considera, por ejemplo, el principio de los derechos individuales, que los padres fundadores de los Estados Unidos tomaron como base de su nuevo sistema de gobierno: el principio de que cada individuo tiene el derecho de vivir por su propio bien, de perseguir su propia felicidad, siempre y cuando respete el mismo derecho en los demás. Lo relevante no es que otras personas hayan descubierto y formulado ese principio, sino que tú comprendas que el principio es verdadero. Aceptar el principio como verdad es aceptar ser gobernado por él – no como un sometimiento al cumplimiento de las reglas, sino como una adhesión a los principios que juzgas que están en concordancia con los hechos de la realidad y con una existencia humana adecuada.
Otro concepto erróneo del individualismo – uno menos común, pero que se puede encontrar entre algunos admiradores de El Manantial y de las ideas de Rand – es que el individualismo significa rechazar cualquier tipo de ayuda (como una beca para pagar la universidad) o negarse a unirse a cualquier grupo o asociación (como un club en la universidad o un grupo profesional). Aquellos de nosotros que sucumbimos a esta actitud “solitaria” tratamos de desasociarnos de los demás y de su influencia tanto como sea posible sobre la base de que aceptar ayuda o pertenecer a cualquier tipo de grupo constituiría una forma de dependencia incompatible con el individualismo.
Este enfoque del individualismo a menudo surge de una motivación admirable – queremos ser individuos independientes y autosuficientes, en lugar de personas dependientes que viven de otros. Pero se basa en concepciones erróneas de lo que la autosuficiencia y la independencia requiere en un contexto moral. Como lo expresó Rand:
“El hecho de que un hombre no tenga derecho sobre los demás (es decir, que no es deber moral de los demás ayudarlo y que no puede exigir la ayuda de otros como un derecho) no impide ni prohíbe la buena voluntad entre los hombres y no hace que sea inmoral ofrecer o aceptar ayuda voluntaria, que no implique sacrificio. (6)
Según Rand, lo que requiere la moralidad en este contexto es el compromiso a producir e intercambiar los valores que tu vida requiere y la negativa a exigir que otros se sacrifiquen por ti. La autosuficiencia no requiere rechazar toda forma de asistencia o generosidad; ni tampoco la generosidad de los demás es una amenaza para tu independencia. Siempre y cuando tú seas racional con respecto a la ayuda que aceptas y asumas la plena responsabilidad por cualquier deuda en la que incurras – y no tomes el endeudamiento como un estilo de vida – entonces seguirás siendo moralmente autosuficiente. (7)
Del mismo modo, la independencia no requiere la desasociación de los demás, sino una asociación racional. La asociación no implica conformidad, obediencia o dependencia. Si nos asociamos con otros en nuestros propios términos – si nuestra participación es voluntaria y si vemos de manera independiente el valor en la asociación – y si seguimos nuestro propio camino cuando todo esto deja de ser un valor, entonces no hay conflicto con la independencia. Otras personas pueden ser de enorme valor para un individualista, y ese valor incluye, en el contexto apropiado, apoyo material y espiritual.
En resumen, el individualismo genuino no se trata de esforzarse por ser diferente de los demás por el mero hecho de ser diferente, o no convencional por el mero hecho de no ser convencional; tampoco se trata de seguir nuestros caprichos por ser nuestros caprichos, ni de desconectarnos de los demás por ser amenazas a nuestra autonomía. El individualismo requiere que no estemos centrados en el otro ni centrados en nosotros mismos, sino, como Rand argumentó, centrados en la realidad.
El individualismo es, en su raíz, una cuestión de independencia intelectual – de ejercer soberanía en la forma en que usas tu razón, llegas a conclusiones, formas valores, y tomas decisiones a lo largo de tu vida. (8)
El individualista es, en efecto, el que está en la cabina de mando, monitoreando la evidencia, llegando a sus propias conclusiones y guiando su camino a través de la razón hacia objetivos que reconoce como genuinamente dignos de perseguir. Su marco de referencia básico no son las otras personas – sus creencias, valoraciones, valores, acciones o estándares – sino los hechos, y lo que él, de forma independiente y objetiva, considera que es verdadero y bueno, independientemente de si sus conclusiones son convencionales o no convencionales, si son nuevas o ya fueron descubiertas, si son populares o impopulares, si están de moda o son radicales.
En este sentido, la mentalidad adecuada de un individualista fue expresada con elocuencia por el filósofo inglés del siglo XVII John Locke, quien escribe:
“la gran diferencia que puede encontrarse en las nociones [ideas] de la humanidad proviene del diferente uso que les dan a sus facultades…. [A]lgunos (la mayoría), tomando las cosas con confianza ciega, malemplean su capacidad de juzgar, esclavizando sus mentes a los dictados y el dominio de los demás, con doctrinas que es su deber examinar cuidadosamente, y no de manera ciega, con una fe implícita de que deben tragar ;….(9)
Luego, comentando sobre su propio trabajo e ideas, Locke escribe:
“De esto estoy seguro, yo no me he comprometido ni a renunciar ni a seguir ninguna autoridad en el Discurso subsiguiente. La verdad ha sido mi único objetivo; y dondequiera que ella parezca conducir, mis pensamientos han seguido de manera imparcial, sin importar si los pasos de otros siguieron ese camino o no…. Porque pienso que podemos esperar racionalmente ver con los ojos de otros hombres, y saber por el entendimiento de otros hombres. Tanto como nosotros mismos consideremos y comprendamos la verdad y la razón, tanto poseeremos conocimiento real y verdadero….
El flotar de las opiniones de otros hombres en nuestro cerebro, por más que sean verdaderas, no nos hace ni un ápice más conocedores. Lo que en ellos fue ciencia, en nosotros no supone más que una opinión; … Aristóteles fue, en verdad, un hombre muy sabio; pero nadie pensó que lo fuera porque abrazó y ventiló ciegamente las opiniones de otro. Y si el tomar los postulados de otro sin examinarlos, no hizo de él un filósofo, supongo que difícilmente convertirá en filósofo a algún otro. (10)
Esta es la mentalidad de un individualista. Sólo este tipo de uso de la razón, independiente y centrado en los hechos – en la búsqueda del conocimiento y en la definición de los propios valores – lleva a la autoconfianza intelectual y a la autoposesión necesarias para forjar un “yo” genuino y dejar de lado las presiones para conformarnos, de las que tristemente el mundo está lleno. (11)
(1) Esta conformidad no suele estar presente siempre, ni tampoco las personas se conforman en todos los temas. Por ejemplo, una persona puede tener una mentalidad bastante independiente en su trabajo, pero puede ser un total conformista en lo que respecta al ámbito de las ideas – por ejemplo, en cuestiones de ética o religión. En estos temas, las personas están significativamente menos dispuestas a valerse por sí mismas o a desafiar el punto de vista prevaleciente.
(2) Cierta rebelión es una reacción natural y normal que los jóvenes tienen hacia la presión para obedecer o cumplir con las reglas y normas para las cuales no ven la razón. Es la rebelión como orientación y motivo principal en la que estoy enfocado aquí.
(3) https://www.urbandictionary.com/define.php?term=anti-conformist
(4) Para más información sobre este punto, vea el ensayo de Rand “The Missing Link” en Philosophy: Who Needs It (Nueva York: Signet, 1984), en el que Rand analiza a los anarquistas libertarios desde esta perspectiva.
(5) Para más información sobre el tema de la objetividad, vea el ensayo de Rand “Who Is the Final Authority in Ethics?” en The Voice of Reason: Essays in Objectivist Thought, ed. Leonard Peikoff (New York: Meridian, 1989).
(6) Ayn Rand, “The Question of Scholarships,” en The Voice of Reason: Essays in Objectivist Thought.
(7) Para más información sobre este punto, vea el ensayo de Rand “The Question of Scholarships.”
(8) Este es, de hecho, el proceso por el cual uno forma un yo. Para una explicación de este proceso, vea “A Being of Self-Made Soul” de Onkar Ghate en Allan Gotthelf y Gregory Salmieri, editores, A Companion to Ayn Rand (Chichester, UK, and Malden, MA: Wiley Blackwell, 2016).
(9) John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, I.iv.22.
(10) John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, I.iv.23.
(11) Para más información sobre las concepciones distorsionadas del individualismo, vea The Virtue of Selfishness: A New Concept of Egoism (New York: Signet, 1964 Centennial edition), en particular la Introducción y el ensayo “Counterfeit Individualism.”
Aaron Smith, Ph.D. en filosofía, es miembro del Ayn Rand Institute, donde imparte clases y desarrolla contenidos educativos para los programas de capacitación y divulgación intelectual del Instituto.
El Ayn Rand Institute ha otorgado permiso al Ayn Rand Center Latin America para traducir este artículo al español de su versión original es en inglés, pero no avala de manera directa la traducción ni garantiza su exactitud, completud o fiabilidad.