Nací y me crié en Argentina. Desde chica, algo que siempre me llamó la atención fue escuchar a la gente hablar constantemente sobre la “crisis económica y social” de mi país. Altísimos niveles de desempleo y pobreza, inflación creciente, altos niveles de inseguridad, protestas violentas en las calles… Esto es de lo único que se hablaba, por parte de mi familia, la gente en la calle, o los noticieros.
Solía escuchar a los políticos instando a la gente a confiar en el gobierno para resolver la “crisis”, a que se sacrifiquen por el “bien común”. El “sacrificio” era un tema común en todos los políticos. Por ejemplo, en un discurso de 2006, el presidente Néstor Kirchner dijo: “la construcción del país que nos merecemos necesita de nuestro esfuerzo y sacrificio”. Y en un discurso de 2013, la presidente Cristina Fernández de Kirchner dijo: “nadie nos va a volver a quitar la Patria y por ella vamos a seguir trabajando con más sacrificio y convicción que nunca”. Quedaba claro que todas las soluciones propuestas para resolver el problema siempre dependían de un cierto enfoque moral que implicaba abnegación, renunciar al interés propio, y poner a los demás y al país antes que a uno mismo.
Sin embargo, nunca nada parecía mejorar. La “crisis” sólo parecía empeorar año tras año. Y lo mismo ocurría en prácticamente todos los países de América Latina.
Al crecer, me empecé a preguntar por qué pasaba esto. No sabía la respuesta a esta y a muchas otras preguntas sobre la situación de la que era testigo. Empecé a buscar explicaciones, pero nada alcanzaba.
Hasta que Ayn Rand entró en escena.
El análisis que hace Rand sobre las fuerzas que mueven las culturas y las sociedades me explicó todo lo que yo estaba viendo a mi alrededor, incluso a pesar de que ella nunca escribió específicamente sobre América Latina. Ella me mostró el poder que tienen las ideas para construir o destruir a un individuo o a un país. Su perspectiva era distintiva: argumentaba que el problema era principalmente moral, y no político. “El altruismo”, explicó, “afirma que el hombre no tiene derecho a existir por sí mismo, que el servicio a otros es la única justificación de su existencia, y que el autosacrificio es su deber moral más alto.”
Pero esa perspectiva moral, según Rand, lleva directamente a las políticas del “colectivismo o el estatismo, los cuales afirman que la vida y el trabajo del hombre pertenecen al estado, a la sociedad, al grupo, a la pandilla, a la raza o a la nación, y que el estado puede disponer de él de cualquier manera que le plazca en pos de lo que sea que considere como su propio bien colectivo o tribal.” Llegué a entender que la Argentina y la mayoría de América Latina era colectivista porque el altruismo dominaba completamente el código moral de la gente.
América Latina ha tenido defensores del libre mercado que han hablado de la economía del laissez-faire y el capitalismo como solución práctica. Pero lo que se necesita es la nueva y radical perspectiva moral de Rand, la cual no tiene precedente en la región. ¿Cómo es posible que las cosas cambien si la moralidad dominante permanece y no se considera ninguna alternativa?
Entran en escena el Ayn Rand Institute, el Ayn Rand Center Latinoamérica y el Instituto Liberdade.
En septiembre, estas organizaciones unieron fuerzas para montar la primera AynRandCon de América Latina. Hubo dos conferencias: una en Buenos Aires, Argentina, y otra en Porto Alegre, Brasil. El tema de las conferencias fue “Colectivismo vs. Individualismo: en la política y en tu propia vida”. Entre los disertantes se contaron intelectuales del Ayn Rand Institute como Ben Bayer, Yaron Brook, Onkar Ghate, Keith Lockitch y Tal Tsfany, junto a varios otros intelectuales latinoamericanos. Adicionalmente, hubo otros eventos diferentes en esas mismas ciudades, así como también en Asunción (Paraguay), Santiago (Chile) y São Paulo (Brasil). Algunos de los tópicos tratados fueron: la virtud del egoísmo, la maldad del altruismo, y la moralidad del capitalismo.
Las conferencias tuvieron una concurrencia de más de 500 personas, y los otros eventos, de más de 400. La mayoría de los asistentes eran jóvenes y estudiantes que vinieron de 12 países diferentes de la región.
Este nivel de interés es excepcional en un ambiente tan inhóspito. En América Latina, “capitalismo” es, casi literalmente, una mala palabra, igual que “individualismo”. Un gobierno grande es algo dado e incuestionable para casi todas las personas. El sacrificio es un deber: es la base de la moralidad. Por eso, contar con la asistencia de tanta gente de mente activa fue extraordinario: personas que comienzan a preguntarse si acaso hay algo mal en el código moral que domina a su alrededor y sus ramificaciones políticas. Los disertantes desafiaron a los asistentes a considerar la alternativa estándar entre “izquierda y derecha” como una falsa dicotomía, y sugirieron que existe otro camino. Muchos latinoamericanos tienen hambre de una verdadera alternativa filosófica que los ayude a guiar sus vidas. E incluso aquellos que no habían comenzado aún a chequear esas premisas estuvieron dispuestos a escuchar un punto de vista nuevo y radical.
A los asistentes se les presentaron nuevas ideas políticas, pero ideas políticas basadas en una nueva perspectiva moral que puede ayudarlos a mejorar no solamente su sociedad, sino también sus propias vidas individuales.
Durante las conferencias, se vio a todas luces que todos los problemas que afligen a América Latina provienen de la moralidad del altruismo. Como dijo un estudiante de Buenos Aires, “la charla sobre ‘La maldad del altruismo’ hizo que me replanteara varias ideas que yo había creído que eran las correctas”. La defensa que hace Rand del egoísmo racional, y la idea de que la propia felicidad es el propósito principal de la vida, es una idea radical en América Latina, donde la vasta mayoría de la gente nunca consideraría desafiar el concepto de que el sacrificio es la mayor virtud moral. Otro estudiante, de Brasil, dijo: “toda la experiencia fue muy enriquecedora. Me abrió los ojos a otras clases de argumentos a favor del capitalismo, aparte de los argumentos económicos.”
Las ideas presentadas en estos eventos fueron radicales para una audiencia inmersa en una sociedad que es hostil hacia las ideas de la libertad, el individualismo y el capitalismo. Pero esta es la manera de lograr el cambio: presentarse ante la gente, desafiar las premisas dominantes y ofrecer contraargumentos, defender una filosofía nueva y radical de manera atractiva e intransigente a la vez, tal como lo hicieron Ghate, Lockitch, Bayer, Brook y Tsfany.
La “crisis” en América Latina todavía continúa. La inflación todavía sube. La mayoría de la gente todavía cree en sacrificarse por otros y por el “bien común”. Los problemas de América Latina están lejos de resolverse. Pero se plantó una semilla… ¿Puede que este sea el comienzo de algo diferente? Muchas mentes jóvenes han encontrado a Rand o han profundizado la comprensión de su filosofía gracias a estos eventos. Y quizás estas sean las mentes que lucharán por un nuevo ideal para América Latina.
La autora desea reconocer el duro trabajo de María Marty y Roberto Rachewsky en su lucha por una cultura más racional en América Latina.
El Ayn Rand Institute ha otorgado permiso al Ayn Rand Center Latin America para traducir este artículo al español de su versión original es en inglés, pero no avala de manera directa la traducción ni garantiza su exactitud, completud o fiabilidad.